En la actualidad, el debate sobre cómo producir alimentos de manera sostenible suele situar a la agricultura y la ganadería en lados opuestos. A menudo, se plantea que reducir o incluso eliminar la producción ganadera sería la vía más ecológica para proteger el medio ambiente. Sin embargo, existen alternativas que invitan a replantear esta dicotomía.
Lejos de eliminar la ganadería, lo que puede marcar la diferencia es reintegrarla en los ecosistemas productivos, en conjunto con la agricultura, siguiendo la lógica de los procesos naturales.
La clave está en recuperar una visión holística del territorio. Sistemas con cultivos arbóreos acompañados de cubiertas vegetales, huertas en vegas fértiles, praderas y dehesas interconectadas con áreas forestales, permiten diseñar paisajes en los que el ganado rota y aporta equilibrio. Este enfoque no solo produce alimentos, sino que también restaura suelos, mejora la captura de agua y carbono y fortalece la biodiversidad.
En este post de la Fundación Caja Rural, hablaremos sobre las lecciones de sistemas tradicionales que funcionaron en armonía, los beneficios ambientales de su integración, y varios casos de éxito que ya están demostrando su viabilidad.
¿Cómo la industrialización separó agricultura y ganadería?
La industrialización del sector alimentario a mediados del siglo XX introdujo una lógica de especialización productiva que rompió el vínculo histórico entre cultivos y animales. La agricultura se orientó hacia el monocultivo, intensificando el uso de fertilizantes químicos y pesticidas, mientras que la ganadería se concentró en explotaciones intensivas, desvinculadas de la tierra y dependientes de piensos externos.
El resultado fue un sistema fragmentado con múltiples consecuencias: suelos agotados, contaminación de aguas por exceso de nutrientes, aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y pérdida de la diversidad genética en cultivos y razas animales.
Lo que antes era un ciclo integrado y regenerativo se convirtió en un modelo lineal dependiente de insumos fósiles y de un mercado globalizado.
Lecciones del pasado: Sistemas tradicionales que funcionaban en armonía
Antes de la industrialización, numerosas culturas agrícolas desarrollaron sistemas en los que la complementariedad entre agricultura y ganadería era esencial. En la península ibérica, las dehesas son un ejemplo paradigmático: encinas y alcornoques compartían espacio con pastos y cultivos, alimentando al ganado que a su vez fertilizaba los suelos y mantenía abierto el paisaje.
En otras regiones del mundo, la rotación de cultivos y pastoreo permitía que el ganado abonara las tierras tras la cosecha, cerrando un ciclo que aseguraba la fertilidad del suelo sin necesidad de químicos. Estos modelos tradicionales no eran perfectos, pero su lógica de diversidad y complementariedad resulta hoy inspiradora para afrontar los desafíos actuales.
Beneficios de la integración de agricultura y ganadería para el medio ambiente
Volver a integrar ambas actividades aporta beneficios ambientales y sociales de gran alcance.
- Mejora del suelo: la materia orgánica proveniente del estiércol incrementa la fertilidad y la capacidad de retención de agua.
- Captura de carbono: los sistemas agroforestales y praderas permanentes actúan como sumideros naturales, ayudando a mitigar el cambio climático.
- Regulación hídrica: la diversidad de usos del suelo favorece la infiltración del agua y reduce la erosión.
- Biodiversidad: el mosaico de cultivos, praderas y bosques crea hábitats para polinizadores, aves y fauna silvestre.
Más allá del plano ambiental, estos sistemas favorecen la soberanía alimentaria y reducen la dependencia de insumos externos, generando resiliencia en las comunidades rurales.
Estrategias para promover la armonía entre la agricultura y la ganadería en el ecosistema
La transición hacia ecosistemas productivos integrados requiere un cambio en la planificación del territorio. Se trata de diseñar paisajes agrícolas diversos, donde convivan árboles frutales, cultivos de huerta, praderas y bosques, en los que el ganado rote de forma planificada. Esta rotación imita los movimientos naturales de los herbívoros en la naturaleza, regenerando el suelo tras cada ciclo.
Además, la formación técnica y la investigación aplicada resultan esenciales para adaptar estas prácticas a cada contexto climático y cultural. Incorporar innovación, como el monitoreo de suelos o la gestión de pastos mediante herramientas digitales, permite que la integración de agricultura y ganadería sea más eficiente y escalable.
Desafíos al tener agricultura y ganadería unidos
La integración de agricultura y ganadería en sistemas productivos regenerativos ofrece múltiples beneficios, pero su implementación no está exenta de obstáculos. Estos retos surgen en diferentes planos —técnico, económico y regulatorio— y deben abordarse de manera integral para que los modelos agroecológicos puedan consolidarse y escalar en el tiempo.
Barreras técnicas
Uno de los principales retos es la falta de conocimiento práctico para manejar sistemas diversos y complejos. La integración de cultivos, praderas, árboles y ganado requiere formación específica, investigación aplicada y acompañamiento técnico. Sin esta base, los agricultores y ganaderos pueden percibir la transición como arriesgada o difícil de gestionar.
Barreras económicas
Otro desafío importante está en el plano financiero. Los sistemas integrados suelen necesitar mayor inversión inicial en infraestructura, como cercados móviles o instalaciones de manejo del ganado, y más mano de obra especializada. Aunque a medio y largo plazo los costes se reducen por la menor dependencia de fertilizantes y piensos externos, el inicio puede suponer un freno para muchos pequeños y medianos productores.
Barreras regulatorias
Un aspecto que también puede influir en la integración de agricultura y ganadería es el marco normativo vigente. En ocasiones, las regulaciones y programas de apoyo no contemplan con suficiente detalle las particularidades de los sistemas mixtos, lo que puede generar cierta complejidad en su puesta en marcha.
Por ello, resulta valioso seguir avanzando hacia normativas y estrategias que faciliten la adopción de prácticas agroecológicas, ofreciendo mayor claridad y apoyo técnico a los productores que desean apostar por modelos más sostenibles.
Estudios de casos de éxito en la unión de la agricultura y la ganadería
Existen ya múltiples ejemplos que demuestran la viabilidad de estos modelos. En América Latina, las experiencias de silvopastoreo han permitido recuperar suelos degradados mediante la integración de árboles, pastos y ganado, aumentando la productividad y reduciendo la presión sobre los bosques.
En Europa, iniciativas agroecológicas muestran cómo la rotación de cultivos con pastoreo no solo reduce la necesidad de fertilizantes, sino que también contribuye a regenerar paisajes rurales.
En España, la recuperación de prácticas tradicionales en las dehesas ha dado lugar a modelos que producen alimentos de calidad mientras mantienen ecosistemas de gran valor cultural y ecológico.
De manera que la pregunta no es si debemos eliminar la ganadería para ser más sostenibles, sino cómo rediseñarla para que forme parte de ecosistemas productivos integrados. Al unir de nuevo agricultura y ganadería bajo la lógica de la naturaleza, es posible crear paisajes resilientes, restaurar los equilibrios ecológicos y garantizar la producción de alimentos para las generaciones futuras.
En la Fundación Caja Rural puedes encontrar más artículos relacionados con el mundo rural, donde compartimos reflexiones, experiencias y conocimientos que ayudan a impulsar una agricultura y ganadería sostenibles.
Además, ofrecemos asistencia y asesoramiento a las explotaciones agrícolas y ganaderas, así como programas de formación diseñados para apoyar a profesionales y comunidades en su transición hacia modelos más equilibrados y respetuosos con el medio ambiente. ¡Contáctanos para más información!