Nuestra amiga y colaboradora Silvia Sancidrián vuelve a la carga contándonos su primer viaje del año por la provincia de Burgos: nada más y nada menos que por las Hoces del Alto Ebro y del Rudrón ¿Qué mejor paisaje para disfrutar en invierno?
También nos da unas pinceladas de lo que fue su última aventura del 2017: la famosa subida al Pico de San Mamés. ¿Te animas a acompañarla en sus travesías y conocer más de nuestra provincia? ¡Sigue leyendo!
Another day has gone. Así comienza uno de los temas más entrañables de Michael Jackson. Sin embargo, lo que acabamos de dejar atrás no ha sido tan solo un día, sino 365 muescas en un calendario, el del año 2017, que conseguí terminar como pretendía (no sé si lo recordaréis): con la subida, desde Tartalés de los Montes, al Pico San Mamés, en la Sierra de la Tesla.
La jornada no pudo ser más increíble, a pesar del azote del viento una vez en la cima. Pero esto casi siempre es así, como también lo es el abrigo que la propia montaña ofrece en la otra cara de la vertiente. Una vez a refugio, la claridad del día y la clase magistral de mi amigo Javier nos permitió disfrutar, como en tantas otras ocasiones, de la historia del lugar y del espectáculo que se perfilaba en el horizonte y bajo nuestros pies.
Que si las ruinas del castillo de Urría, que si la figura de don Pedro Fernández de Velasco, que si el origen de Castilla, Las Merindades, Medina de Pomar, Espinosa de los Monteros, los Montes Obarenes… Como decía, un día sensacional para cerrar bien el año.
El primer destino del año: las Hoces del Alto Ebro y del Rudrón
Y por lo que respecta a este 2018, también lo he comenzado como quería: entre riscos y buena compañía. En este caso me acerqué a otro de los enclaves más genuinos de nuestra provincia: Las Hoces del Alto Ebro y del Rudrón. Y lo quería empezar así por algo que leí durante los primeros días del año y que rezaba de la siguiente manera: «Pregúntate a ti mismo cuántas lunas llenas viste el año pasado, cuántos amaneceres, cuántas veces observaste el nacimiento de una flor o el vuelo de una mariposa. Cuántas veces te sonreíste a ti mismo». La reflexión no solo me resultó brutal en sí misma, sino que se convirtió en aterradora ante la pobreza de mis respuestas.
Y es que el 2017 voló y se llevó con él una mochila en la que podrían haber entrado muchas más de esas lunas llenas, amaneceres e incluso risas con los amigos y la familia. Por ello, y porque quiero estar preparada para cuando el próximo fin de año venga a buscarme, en mi petate (y en mis sentidos) tengo ya el vuelo ingrávido de las rapaces sobre mi cabeza, el sonido del agua manando de la roca, el olor a frondosa vegetación y también la voz de mi acompañante rompiendo el silencio de la montaña a voz en grito.
Pero si os soy sincera, llegué a la ruta de rebote y, sobre todo, por la testarudez de ese acompañante que, en vano, había intentado hacerla ya en un par de ocasiones tiempo atrás. Y como a la tercera va la vencida, ni siquiera la nieve caída en las horas previas fue impedimento para ponernos en marcha. El día, un 7 de enero, nos regaló unas condiciones inmejorables para adentrarnos en el cañón y emocionarnos con su belleza.
Un cañón esculpido durante miles de años
De la ruta en sí os puedo contar que empieza y termina en Valdelateja. Se trata de un recorrido circular de algo más de 17 km, y unos 220 m de desnivel. En tiempo, unas cuatro horas y media de caminata. En ella se atraviesan los pueblos de Pesquera de Ebro (con sus palacios y blasones en las fachadas) y Cortiguera, un pueblo semi-abandonado que conoció tiempos mejores, y que ahora ofrece al visitante que lo busca silencio y soledad. Por lo que a la bajada de regreso hasta Valdelateja respecta, dejadme que os diga que es abrupta y zigzagueante; de esas por las que (cuando la lluvia lo permite) es mejor ir corriendo que andando, y más si la noche amenaza con salir a tu encuentro, como fue nuestro caso.
Durante el paseo, de repente recordé que en el colegio (yo soy de E.G.B.) aprendí de carrerilla aquello de que «el río Ebro nace en Fontibre, cerca de Reinosa, pasa por Logroño y Zaragoza y desemboca en Tortosa». Sucinta descripción la aprendida, pues en la retahíla olvidaron incluir que, a su paso por la provincia de Burgos, el Ebro esculpe un paisaje caprichoso y realmente hermoso.
Porque el cañón es el resultado de miles y miles de años de historia geológica, y de aguas que buscan dar al mar, independientemente de los obstáculos que se interpongan en su camino. Y las aguas que por él discurren, las del Rudrón en algún punto confundidas con las del Ebro, se han encargado de desgastar la roca caliza y de crear un paisaje natural de indescriptible y abrumadora belleza. Paredes de hasta 250 m de altura y meandros que se ven perfectos desde el mirador habilitado casi al final del camino.
Nuevos propósitos
Y al final, no del camino, pero sí de esta entrada me encuentro ya. Al año le pido infinitas oportunidades para vivir, en primera persona, el mundo que me rodea. Le pido, también, poder compartirlo con vosotros. Quiero que la sonrisa se dibuje en mi cara la próxima vez que vuelvan a preguntarme. Quiero estar presente ante todos y cada uno de los pequeños tesoros que la vida regala. ¿Qué le pides tú?