Bajo el seudónimo de Kurz, el escritor cántabro Miguel Ibáñez se hizo con II Concurso de Microrrelatos organizado por Fundación Caja Rural Burgos. Su obra, En el Mercado, fue la elegida de entre más de 600 microrrelatos participantes de todo el mundo hispanohablante. El jurado del certamen lo eligió porque “destacaba por su calidad técnica” y por ser “un tema original y oportuno“.
A continuación, lo puedes leer:
Los vendedores de letras llegan al mercado todas las mañanas. Vocean las emes y las eñes, las zetas y las equis, y el que tiene una uve doble se limita a enseñarla, porque no hace falta más: son raras y apreciadas. Por la tarde, cuando se van, queda en el suelo lo que no han vendido, —la cu que nadie quiso, una hache que no adornará ninguna palabra…— y en el aire un aroma de vocales mustias.
Un relato inspirado en la vida cotidiana
Ibáñez decidió participar en este concurso al verlo por internet. “Me pareció un concurso serio —los certámenes de microrrelatos no siempre lo son—”, destaca el escritor. Así, se lanzó al papel y creó En el Mercado. “Salió de forma tan natural que se diría milagrosa. El relato estaba esperando a que alguien lo escribiera, simplemente, y me escogió a mí”, explica.
Y es que, la inspiración para este microrrelato le vino al pasear por su barrio. “Cerca de mi casa hay una asociación de vecinos donde las fruterías del barrio dejan cada día lo que les ha sobrado para que alguien lo aproveche. Pasé por allí y de pronto eso se convirtió en un mercado de letras a última hora de la tarde, con las letras que han sobrado, las que no ha querido nadie… A partir de ahí el relato se escribió solo”, manifiesta el ganador del concurso.
Haber recibido este premio supone para él “un respaldo muy importante”. Considera que “el escritor de relatos —¡y más aún el de microrrelatos!—tiene muy a menudo la sensación de que escribe para nadie, de que lo que hace nunca va a verse reconocido”.
En el mercado, no es el primer microrrelato que escribe. Para un género tan complicado como este, Ibáñez nos cuenta que su secreto para crearlos es saber mirar la vida cotidiana con ojos nuevos, “no con ojos cansados”. De ahí la inspiración le viene sola.
Apasionado de la literatura desde pequeño
Miguel Ibáñez es licenciado en Filología Hispánica y ha sido profesor de Lengua y Literatura, así como director del Centro de Formación del Profesorado de Cantabria. Su labor literaria se ha centrado en géneros como la poesía y el microrrelato en los que ha conseguido diferentes premios y reconocimientos a lo largo de su trayectoria. También ha publicado siete libros y participado en publicaciones colectivas y antologías.
Esta pasión le viene desde pequeño, cuando su abuela le contaba cuentos y del recuerdo que le trae la lectura de un libro de cuentos tan conocido como son las obras de Andersen. A partir de ahí, decidió que su vida iba a ir encaminada a la literatura.
Aunque su labor literaria ha ido encaminada a la poesía, actualmente trata de situarse en un terreno fronterizo entre la poesía y la prosa. “Se trata de una tierra de nadie entre ambos mundos. Y en esa tierra es donde me sitúo como un explorador desconcertado y feliz”, expresa el escritor.
Y es que, para Ibáñez, escribir lo es todo. “En el peor de los casos, es una tarea rutinaria a la que dedico varias horas al día. En el mejor, una experiencia iluminadora, una recompensa, como la que tuve al escribir este microrrelato. Ni que decir tiene que ambas sensaciones están unidas, y el que quiera escribir tiene que prepararse para ello”.
Un futuro halagüeño para la literatura
En su experiencia como profesor, Miguel Ibáñez ve con buenos ojos el futuro de la literatura entre la gente joven. “Las generaciones jóvenes leen más que las anteriores, a pesar del tópico”, explica. La multitud de formatos y de facilidades que existen para la lectura, hace que los jóvenes estén expuestos a todo tipo de lectura y se interesen por ello.
“Los estudios que existen sobre la decadencia de la lectura no tienen en cuenta la multiplicidad de formatos en los que se lee hoy en día. Siguen teniendo el libro de papel como referencia única, cuando ese soporte ya es solo uno más, e incluso el del libro electrónico, que hasta hace poco era la gran revolución y la gran amenaza, ya solo es un soporte entre otros. Los jóvenes leen en su teléfono, en una tablet, escuchan audiolibros… La lectura se ha diversificado y ha dejado incluso de ser lectura para enlazar con la vieja tradición de la literatura oral, que durante muchos siglos fue el cauce preferido de la literatura”, expresa Ibáñez.