Este mes, nuestra amiga Silvia Sancidrián nos hace un fantástico recorrido cultural por uno de los municipios más bonitos de nuestra provincia: Peñaranda de Duero, una importante villa señorial en el pasado con mucha historia y con dignos monumentos como muestra de ello. Por otro lado, nos lleva a La Vid, localidad cercana a Peñaranda destacada por su impresionante monasterio, hoy perteneciente a la orden de los agustinos. ¡No te pierdas este viaje!
Dice el Libro de los cambios (I ching) que todo lo terrenal está sujeto a cambio y que al auge le sigue la decadencia; es la eterna ley terrenal. Pues bien, creo que así es la belleza intrínseca de Peñaranda de Duero. Ese «cualquier tiempo pasado fue mejor» (si bien siempre he sospechado que nunca es del todo cierto), cuando Grandes de España (como don Francisco de Zúñiga y Avellaneda) dejaron en el municipio su impronta y sus escudos.
En cualquier caso, y antes de seguir adelante, he de reconocer que tengo pocos cimientos para la entrada de este mes, porque dejé Peñaranda sin haber tenido la oportunidad de deambular por dos de sus joyas más emblemáticas: la ex-colegiata de Santa Ana y el palacio de Avellaneda.
Y es que para poder hacer una visita guiada por la ex-colegiata se requiere un grupo mínimo de dos personas; o cuatro, en el caso del palacio. Y si viajas sola y no tienes la fortuna de que en la oficina de turismo se forme un grupo, pues ni modo que se dice allende los mares, como fue mi caso.
La riqueza artística de Peñaranda de Duero
Aún así, os puedo contar que Peñaranda de Duero fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1974, y que aparte de los edificios ya comentados, la localidad es también digna de mención por su castillo, que se recorta majestuoso y hierático en lo alto del peñasco. En la Torre del Homenaje, baluarte defensivo de otra época, la bandera de España ondeaba ese día ajena, posiblemente, a la convulsión política y social del país, tras una comparecencia que, incluso hoy, seguimos sin saber muy bien qué fue.
Pero volvamos al inventario monumental de la localidad, que se completa con su bella plaza, en la que se yergue impasible y mudo el rollo de justicia. A ella se accede a través de una de las puertas originales de la muralla. A otra se llega desde la calle Botica, en la que se encuentra una de las más coquetas curiosidades del pueblo: la farmacia de la familia Jimeno, la más antigua de España aún en funcionamiento.
De hecho, se sigue despachando a través de una puerta de doble hoja, que se abre a los turistas cuando a la farmacéutica se lo permite su trabajo. Y saliendo de la muralla, al otro lado de la carretera, el Monasterio de las Madres Franciscanas Concepcionistas, cuya iglesia, que dicen es digna de ver, también me encontré cerrada. ¡Imponderables de mi vida!
El monasterio de La Vid
Y a tan solo siete kilómetros de Peñaranda de Duero está La Vid, con su monasterio, que se me antoja de ineludible visita seas o no «de esa cofradía». La abadía original tiene como fecha fundacional el año 1152, aunque apenas quedan elementos arquitectónicos de esa primera construcción.
Al exterior, el monasterio llama la atención por su magnífica espadaña, su sólido volumen y los jardines que lo rodean; y en el interior, la capilla mayor (costeada por el cardenal Íñigo López de Mendoza y su hermano, el ya citado don Francisco de Zúñiga y Avellaneda) es un joyero renacentista de exquisita decoración que sirve de contenedor a una de las imágenes más bellas de la Virgen que haya visto jamás.
La «tapa» es una cúpula en forma de concha, en la que los angelotes recogen un velo tras el cual un rey quiso un día esconderla, para que su beldad no distrajera a los presentes durante su rezo. Pero vano intento este del monarca, porque el velo original se rasgó sin motivo aparente y el rostro de la Virgen volvió a quedar al descubierto, para maravilla y contemplación de las generaciones futuras.
En la actualidad, el monasterio (erigido en un lugar de recreo del rey Alfonso VII que destacaba «por las frondosas y abundantes vides que aquí se cultivaban») sigue siendo casa de espiritualidad, aunque también está abierto al turismo como hospedería (mixta) y albergue. Y es que no es de extrañar, que en un mundo tan ruidoso y tan desconectado de sí mismo como el actual, en el que el hombre se ha desprendido voluntariamente de todo aquello que le servía de soporte, cada vez más personas busquen (o busquemos) la paz interior y el sosiego vital en espacios de silencio y naturaleza como los que ofrece La Vid.
Mas turismo en La Vid
Pero si, como os decía, no profesáis en esta cofradía, siempre podéis acercaros a esta población para visitar su famosa bodega. Otra opción es iniciar desde aquí el GR 14 que tras 19 km de caminata o de paseo en bicicleta os llevará hasta Aranda de Duero. En cualquier caso, y con esta nueva cita termino, «cuando el camino que se debe tomar es claro y seguro y la disposición de ánimo serena, lo bueno [para uno] se elige sin vacilaciones».